Cuando Gichin Funakoshi Sensei, llega a Japón, trayendo consigo el Karate (por entonces traducido como mano china), una de las primeras cosas que se encarga de hacer, fuera de la propia enseñanza, es evolucionar y “japonizar” dicho karate. Incluyendo terminología, nombres de katas e impregnando su propósito de la propia cultura japonesa como de sus propias convicciones morales y/o religiosas.

Por lo que Kara-te (mano china) pasa a ser Kara-te, mano vacía, añadiendo DO, como vía o camino, no en un sentido físico, si no espiritual. El karate-do, como forma de vida, más allá de como sistema de lucha y siempre, hablando de confrontamiento, desde la defensa propia ante posibles agresiones.

En Japón, país del sol naciente, y mucho antes de la llegada del cristianismo, coexistían dos religiones sintoísmo y budismo, siendo la más antigua y considerada, por tanto, autóctona, el sintoísmo. El budismo llegaría a través de China y Corea, sobre el siglo VI d.c.

No es el propósito de este artículo entrar en las características de dichas religiones, más sí comentar la gran influencia en la cultura nipona y extensivamente, en sus sistemas de lucha, las llamadas artes marciales, en las que englobamos el karate.

De esta forma y heredado del budismo Zen, se habla de 4 estados mentales, que aparecen y evolucionan con el practicante de casi cualquier arte marcial.

 Expondré un orden y explicación en un orden, que creo, que salvo el primero, no tiene porqué ser así. Es mi forma de entenderlo:

Soshin – Mente de principiante.

Cuando nos iniciamos en una actividad, nuestra mente carece de limitaciones formadas por nuestros conocimientos. Al contrario, está totalmente abierta y expectante por lo novedoso, sedienta de conocimiento.

Se entrega a la práctica sin más condición que su capacidad inicial, que crecerá y se desarrollará con el tiempo. Con el tiempo y en lo que a karate se refiere, la continua repetición de las técnicas, puede llevar al hastío, y por ello se considera que este estado, de esfuerzo, ilusión, de mente abierta a aprender, aunque sea el más mínimo matiz de lo mismo, hay que mantenerlo durante toda la vida.

En la mente de un experto, hay limitaciones. En la mente de un principiante, no existen los límites”.

 

Zanshin – Espíritu alerta.

Aquí estaríamos llegando a un estado mental ya avanzado, facilitado por la práctica continua e intensa. Como los antiguos soldados y o samuráis de Japón y en especial a los llamados errantes (Ronin), somos conscientes de que podemos ser “atacados”, literal o figuradamente, en cualquier momento y por lo tanto, nuestra conciencia se encuentra preparada para una rápida respuesta. Es una actitud de conciencia plena, hasta en el más mínimo gesto de nuestra vida cotidiana, sin llegar a la paranoia, sino con naturalidad, sin esfuerzo. Como algo absolutamente integrado en nuestra normalidad.

 

Fudoshin – Mente inamovible

Hace referencia a la capacidad de concentración absoluta en la acción y en el momento de realizarla (siendo una vez más, acción de nuestra vida cotidiana, no solo deportiva, física o de defensa). Es la capacidad de abstracción de nuestro entorno para centrarnos únicamente en aquello que debamos hacer. Y en dicha acción, no hay influencias internas (emociones ni negativas ni positivas) ni externas (presión ambiental). Es la valentía y la estabilidad que se muestra tanto mental como físicamente.

Tomado de la web www.karateyalgomas.com, que define perfectamente este estado:

“El artista marcial no siente miedo, no siente odio, ni mucho menos se siente provocado por insultos, amenazas o amagos de combate, ni deseos de venganza. Solo reacciona cuando el ataque es real e inminente para neutralizar rápidamente y sin saña al adversario. Después, sigue sin sentir odio, ni resentimiento, ni tan siquiera la gloria del triunfo, sino que vuelve a un estado imperturbable…”

“El budoka, se da por hecho, que siempre está del lado del bien y bajo esa premisa enfoca sus acciones, restableciendo la paz con las mismas.”

 

Mushin (Mushin-no-shin) – Mente sin mente.

Sería tal vez, el objetivo final. La suma de todos los estados anteriores, donde se erradica cualquier pensamiento previo a la acción, pasando a la acción misma, en el momento que ésta debe realizarse. Intuición, conciencia y acción en un mismo instante. NO existen las ideas preconcebidas que pueden “maniatar” y condicionar la acción. Esta acción surge de forma inmediata como respuesta a un estímulo y no está marcada nada más que por el momento. Surge y se amolda a lo necesario como de la nada, fruto de un largo e intenso trabajo durante años.

De la película El desafío:

“La suerte NO es técnica” y “la improvisación, no se puede enseñar”.

 

 

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